Monclovita la Bella Historias Por: PROFESOR Manuel Limon Tovar
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![]() ![]() No soy historiador, ni mucho menos escritor, soy un simple aficionado que busca conocer sobre el pasado de mi región y de, mi tierra en donde nací, para poder divulgarlo a las nuevas generaciones y a toda aquella gente que se interese en la historia de este pedazo de tierra coahuilense. Errar es propio de la condición humana, pero no me aterra el juicio; quizás mis errores, sean disculpados en virtud de la intención que me guía. La responsabilidad de escribir historia me abruma; me gusta escuchar a los que hablan de historia, como también espulgar en los viejos libros, en aquellos en los que otros han escrito y de esas lecturas algo he aprendido y no me gusta guardarlo egoístamente, es por eso que transcribo lo aprendido para que lo lean las futuras generaciones. Si me hacen ver mis fallas y errores se los agradeceré en el alma La historia es en esencia, continuidad y solidaridad, continuidad que se desarrolla sin que los hombres puedan evitarlo de generación en generación y que por consiguiente, enlaza nuestro tiempo con las épocas más remotas. Don Miguel León Portilla, uno de los historiadores más brillantes de nuestro tiempo, suele decir “que un pueblo que no conoce su historia, es como un viajero sin equipaje, sin brújula, sin norte, la historia es lo que permite a un pueblo reconocerse en el presente, entenderse, conocer su identidad”. HIDALGO EN SANTIAGO DE LA MONCLOVA DON MIGUEL GREGORIO ANTONIO IGNACIO HIDALGO Y COSTILLA GALLAGA MANDARTE VILLASEÑOR A través de la lectura de estas paginas conoceremos al hombre que en palabras del historiador Luis Gonzáles “le puso el cascabel al gato, al seductor de multitudes, al sacerdote viejo y giboso, ilustre por su saber, Su nombre de guerra Miguel Hidalgo y Costilla” El cura de Dolores. Aquella historia de relámpagos y truenos, remolino y tempestad, no deja de ser misteriosa, pues nada parecía anticipar en el cura de Dolores al caudillo de las masas insurgentes. Hidalgo resultó caudillo sin pensarlo, sin esfuerzo ni oposición. Dice otro de los grandes historiadores Emilio Rabasa “la personalidad de Hidalgo puede discutirse; puede ser tachado, como hombre de crueldad; como soldado de impericia; pero no puede negársele el genio de caudillo que seduce a los pueblos, que los levanta en masas ciegas, que propaga por contagio. Aquel hombre, muy querido y respetado por los feligreses, supo asumir el mando con gracia y naturalidad, como si hubiera nacido para ser alteza serenísima. Nacimiento del padre de la Patria En el mes de agosto de 1743 llegó a la altiplanicie mexicana don Cristóbal Hidalgo y Costilla, quien había nacido en septiembre de 1713 en La Huerta de la Junta de los Ríos cerca de Toluca, esto con el fin de administrar la hacienda de San Diego Corralejo, a unos kilómetros al norte de la entonces jurisdicción de Penjamo y que más tarde se convertiría en la Intendencia de Guanajuato. A los 6 años de establecido, llegó a Corralejo don Manuel Mateo Gallaga y su esposa Águeda Villaseñor y Lomeli con 6 hijos 4 mujeres, 2 varones y una sobrina llamada Ana Maria Gallaga Mandarte y Villaseñor, quien había nacido en Jururemba Michoacán en el año de 1731. Dicha familia viene para tomar en arrendamiento el rancho de San Vicente del Caño, que era administrado por don Cristóbal. Antigua hacienda de Corralejo Ana María fue hija única de don Pedro Alcántara Mandarte y Mora y de doña Joaquina de Villaseñor y Lomeli, quienes mueren cuando está tenía 3 años de edad quedando al cuidado de don Manuel. Tras un tiempo de noviazgo, don Cristóbal y Ana María se casan el 15 de agosto de 1750 en la parroquia de San Francisco de Penjamo. En el año de 1752 nace su primer hijo José Joaquín, y el 8 de mayo de 1753 nace su segundo hijo en el rancho de San Vicente, perteneciente a la hacienda de Corralejo poniéndole el nombre de Miguel Gregorio Antonio Ignacio, mejor conocido como don Miguel Hidalgo, siendo bautizado en la capilla de Cuizeo de los Naranjos el día 16 del mismo mes y año, naciendo después, Mariano Cesáreo, José María de la Trinidad quien llegó a ser capitán en el ejército de Félix María Calleja, contribuyendo a la derrota de su hermano. Y en el año de 1762 cuando cumplía 9 años de edad muere su madre, al nacer su hermano Manuel Mariano, pero no le falta atención por parte de su padre. A pesar de faltarle su madre, su infancia transcurre apacible y alegre. Año y medio después don Cristóbal tuvo un hijo con Rita Toribia Peredo a quien le puso de nuevo Mariano en recuerdo de su hijo fallecido. Este medio hermano de Hidalgo viene a morir junto con él en la ciudad de Chihuahua. Mariano Hidalgo y Peredo también ejerció la vocación eclesiástica. En los primeros años de su vida, Hidalgo aprende al lado de su padre el manejo de la hacienda y los quehaceres del campo. Conocimiento que lo marcara para el resto de su vida. La zona del bajío en donde nace y la basta tierra Michoacana en donde estudia son por mucho tiempo las más ricas del virreinato de la Nueva España. Antiguo colegio de San Francisco Javier Sus estudios con los Jesuitas En el año de 1765 los 2 hijos mayores de la familia Hidalgo, José Joaquín de 13 y Miguel de 10 años, parten rumbo al colegio de San Francisco Javier, dirigido por la orden de los Jesuitas en Valladolid (hoy Morelia) nombre puesto en honor de don José María Morelos y Pavón discípulo y seguidor de Hidalgo. Aprendiendo gramática latina y retórica. En este colegio considerado en ese entonces uno de los mejores del país se le despertó el interés por el estudio, Dicha ciudad fue fundada en el año de 1540 por el virrey Antonio de Mendoza. Valladolid hoy Morelia siglo XVIII Dos años después el 25 de julio de 1767 sus estudios son truncados debido a la expulsión de los jesuitas de todos los territorios donde gobernaba el reino español, obedeciendo un decreto expedido el 25 de febrero de 1767 por el rey Carlos III. En el momento que los jesuitas son expulsados, dejan atrás 35 colegios, varios con carácter universitario, más de 40 templos y más de 40 misiones establecidas sobre todo al norte de la Nueva España .Así pues apenas 2 años después del ingreso de los hermanos Hidalgo en el colegio Jesuita, los Borbones celosos de la influencia de los Jesuitas en la Nueva España los expulsan de sus dominios Así el futuro libertador tuvo que regresar a la casa materna. No teniendo obligaciones escolares durante algunos meses el joven Miguel acompaña a su padre en las faenas del campo donde tiene contacto por primera vez con los indios Otomíes aprendiendo su lenguaje. Esta experiencia quedará marcada en el joven Hidalgo, que va tomando conciencia de las desigualdades en el trato a los habitantes de la Nueva España. A pesar de la corta estancia en el colegio Jesuita sus maestros logran inculcar en el joven, patriotismo criollo. Interior del colegio de San Nicolás Miguel y su hermano retoman sus estudios en el colegio de San Nicolás Obispo, hoy Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. (Durante la guerra de independencia fue cerrado y reabierto en el año de 1847, por el entonces gobernador don Melchor Ocampo, con el nombre que hoy conocemos “San Nicolás de Hidalgo”. Dicho colegio había sido fundado tal vez durante la mitad del año 1539 en un pueblo llamado Tzintzuntzan por Vasco de Quiroga y trasladado en el siglo XVI hacia Pátzcuaro y en ese mismo siglo hacia Valladolid bajo la custodia Jesuita).Es aquí en donde se introduce al estudio de la teología tomista, física, gramática, retórica, literatura, lógica, y varios idiomas como el latín, el inglés, el italiano y el francés, lo que le permitirá tiempo después ampliar sus conocimientos a través de lecturas del pensamiento Europeo de su tiempo, a los que Miguel agrega lenguas nativas como el otomí, el náhuatl y el tarasco. En San Nicolás tiene oportunidad de entrar en contacto con ilustres maestros que no solamente le imparten conocimientos académicos, sino que le enseñan a pensar. Mientras Hidalgo se ilustra, en el año 1768 nace en la ciudad de México Josefa Ortiz, quien será más tarde conocida como la “Corregidora”. Formada en un ambiente militar, doña Josefa aprende a juzgar las cuestiones políticas y militares del virreinato. Al quedar huérfana, vive al amparo de su hermana, doña María Sotero Ortiz. Maestro suplente En el año 1770, con tan solo 17 años, Hidalgo obtiene el grado de bachiller de las artes y, tres años más tarde, el de bachiller en teología en la ciudad de México por la Real y Pontífica Universidad de México. Su aplicación al estudio, aunada a la brillantez de su talento, le hace sobresalir y lograr que se le encarguen varias cátedras en calidad de suplente. A partir de 1775 comienza a impartir clases en la misma escuela. Pero no solo son grados los que va adquiriendo Hidalgo en su formación, porque en las aulas donde estudia, no se desconocen las ideas liberales en las que se afirma que la soberanía reside en los pueblos y no en los reyes. Estas sorprendentes teorías Prerrousseaunianas sobre el carácter tiránico de dominación (debidas sobre todo a Francisco Suárez 1548-1617) están presentes en muchos autores consultados. Estas ideas son el arsenal teórico y moral del que los criollos del ayuntamiento de México habrían de echar mano en 1808 en su intento por proclamar la independencia, y lo son también de los conspiradores de 1810, entre ellos el cura Hidalgo. Para entonces, gracias a su agudeza mental, astucia y manera rápida y eficaz en que afirmaba o refutaba cualquier asunto, se ha ganado el mote por parte de sus compañeros de “El Zorro”, el cual corresponde perfectamente a su carácter taimado. Hidalgo ordenado Sacerdote El 19 de septiembre de 1778, con tan sólo 25 años de edad, Hidalgo es ordenado sacerdote en Valladolid por el obispo de Michoacán, don Juan Ignacio de la Rocha. En defensa de la teología positivista, publica ese mismo año 2 disertaciones sobre el verdadero método de estudiar teología escolástica, una en latín y otra en castellano que le valen el reconocimiento de gran teólogo de su tiempo. Nacido en el seno de una familia Criolla y habiendo recibido una educación liberal, el cura Hidalgo resulta ser el personaje ideal para iniciar la emancipación hacia la lucha por la libertad. Su origen acomodado, que le permite acceder a estudios superiores, no le impide observar la dura vida de los indígenas. Diseña un proyecto personal, originado en sus pequeños curatos, en el que propone la mejora del nivel de vida de sus feligreses indígenas, lo cual le impulsa a iniciar el movimiento revolucionario más importante de México. Dos fuerzas poderosas llevaron a Hidalgo y a los insurgentes a la guerra de Independencia; los historiadores les llaman: Causas internas y externas. Estas eran, la explotación sin misericordia a indios, mestizos, criollos y demás castas. Por lo tanto hubo una fuerte lucha entre peninsulares y criollos. Además, el monopolio español a todos los niveles. La crisis económica y la lucha por las tierras. La desigualdad e injusticia social que se vivía entre los diferentes sectores o clases y la pobreza extrema de los indios Las circunstancias que lo envuelven desde los primeros años de su vida como fue la expulsión de los jesuitas, ideas liberales, la influencia de la literatura prohibida que entraba de contrabando a La Nueva España, las filosofías Inglesas y el enciclopedismo francés, estas causaban mucha insatisfacción social. Los efectos de este tipo de lectura, que habían causado la revolución francesa y la independencia estadounidense de Inglaterra. Además, la revolución industrial en Europa y la invasión Napoleónica a España. Estos son motivos suficientes para detonar una realidad que se viene dando desde los tiempos de la conquista. El cura Hidalgo es solo la mecha de un movimiento explosivo cuyas bases se debaten entre criollos y peninsulares y la sed de venganza del resto del pueblo. Él es quien se levanta en armas para liberar al pueblo Mexicano del yugo impuesto por la monarquía española durante más de 300 años. Hidalgo es un criollo cuyas aspiraciones se ven mermadas en muchas ocasiones ante la aplastante presencia de los peninsulares quienes gozan de más privilegios que los nacidos en estas tierras. Un cura con vocación apostólica y misionera, capaz de impulsar comunidades indígenas, a través de sus propias ideas de progreso, así como también es un hombre ilustrado, que lee, discute y comparte ideas vanguardistas con muchos de los grandes pensadores de su época. Es un cura no solo inquieto sino excéntrico, un hombre libre y brillante que atraía, que seducía a sus contemporáneos más ilustrados, pero incomodaba a los más rígidos y conservadores. Un gran conversador lleno de encanto, un hombre fecundo, con un alegre espíritu, aficionado a la música, y a los placeres de la mesa y de la tertulia. Su generosidad, su bolsa siempre abierta al necesitado, su tolerancia cordial no solo le ganaba el cariño de los feligreses, sino la amistad y el respeto de los mejores hombres de la época. Así pues no fue a la revolución por despecho, ni por miseria, ni por afán de gloria, creyó hasta la hora de su muerte que la independencia era útil para su país y sabiendo que los iniciadores de estas empresas nunca ven el fruto de sus esfuerzos, cuando llegó la hora supo sacrificarse con la sonrisa del héroe virgiliano que lo acompaño siempre Imagen de Hidalgo Según el retrato que de él nos dejara Lucas Alamán, era un hombre de mediana estatura, de color moreno y vivos ojos verdes, de frente despejada, la cabeza algo caída sobre el pecho y bastante cano; vigoroso, animado en la discusión “a estilo de colegio”, cuando entraba en el calor de una disputa. (Lucas Alamán, es contemporáneo de Hidalgo, testigo presencial de la matanza de las familias de su natal Guanajuato. Político e historiador, autor de “Historia de México, y “Disertaciones sobre la historia de la Republica Mexicana”, entre otras publicaciones.) Como la mayor parte de los intelectuales, era desaliñado y vestía a semejanza de los curas rurales un capote de paño negro, sombrero redondo y un bastón grande, su traje fabricado con una tela de lana que venía de China y se llamaba “rompecoche”, posiblemente debido a su resistencia, consistía en chupa, chaqueta y calzón corto. Recorría los campos y se confundía con los labradores compartiendo sus faenas y consolando sus pesares, haciendo sentir la bondad de su corazón y la audacia de su talento. Colegio de San Nicolás a finales del siglo XVIII Rector del colegio de San Nicolás Fue en la tarea docente donde Hidalgo destacó en sus primeros años profesionales, acumulando cátedras y cargos, hasta alcanzar, en 1790, el cargo de rector del colegio de San Nicolás, donde forma un círculo de pensamiento e indagación en el cual dominaban las ideas liberales y se exponen libremente opiniones políticas sin importar que éstas estén en contra de las autoridades virreinales y religiosas. Durante este periodo es maestro de José María Morelos y Pavón. Durante los años de rectoría, Hidalgo no solamente enseña en su escuela parroquial, sino que aplica lo aprendido a través de sus lecturas y de su experiencia siguiendo la línea apostólica de los primeros misioneros en América Latina; el cura es un precursor de lo que hoy se llama el “ Trabajo Social”, pero aplicado a su tiempo y circunstancia. Tiene los altos relieves de un enciclopedista, cosa nada corriente en su época, ama las artes, practica la música y la literatura y, por su trato cordial y agradable, se ha ganado no solo el respeto, sino también el cariño de sus feligreses, lo que explica el gran ascendiente que ejerce sobre ellos. Sus responsabilidades como rector no le impiden a Hidalgo permanecer cerca de los libros, la enseñanza y las ideas políticas. Sus inquietudes intelectuales son vastas y la ciudad donde se halla, cercana a Guanajuato, le ofrece numerosas oportunidades de codearse con destacadas personalidades de la cultura de la región. Entre estos se cuenta a don Manuel Abad y Queipo, español avecinado en Valladolid desde hacia varias décadas, quien es una de las personalidades intelectuales más fascinantes de la ilustración novo hispana y más tarde obispo de Valladolid. Así luce en el año 2010 el colegio de San Nicolás En esos tiempos Hidalgo fue acusado frecuentemente ante la Santa Inquisición por leer libros prohibidos. Le gusta la historia, no solo la eclesiástica, lee incansablemente a La Fontaine, Racine, Cicerón, Moliere entre otros e interpreta a Rameau en el violín. En cuestiones de política su fuerte no es Montesquieu, muy citado por Abad, sino los neoclásicos españoles del siglo XVII. Por esos años, otra corriente del pensamiento criollo, representada por el sacerdote Servando de Mier, desarrolla las más extraordinarias conjeturas teológicas para reclamar los derechos de los criollos sobre el país. El 3 de enero de 1791, recibe a nombre de la familia, las haciendas de Santa Rosa, San Nicolás y parte del Jaripeo, después del remate hecho por su dueño don Matías de Rivas. Su hermano Manuel, que era abogado, le entrega un poder legal, para que sea el quien se encargue de cualquier asunto referido a las nuevas propiedades. Don Miguel Hidalgo se encontraba por ese entonces viviendo una exitosa etapa de su vida, rodeado del afecto y reconocimiento de sus padres y alumnos, hasta que de pronto todo parece terminar para él. El 2 de febrero de 1792, Miguel recibe la orden de renunciar a todos sus cargos y de partir al curato de Colima. Esto significa un verdadero destierro. Las causas de esa decisión de sus superiores son varias: la mala administración financiera del colegio que dirigía, su espíritu ilustrado, su amplio sentido del humor, su vida poco ejemplar para el sacerdocio se ha unido desde 1780 a Manuela Ramos Pichardo, con quien tuvo 2 hijos: Agustina y Lino Mariano, su pobre devoción y su inclinación por el juego. Es muy probable que el obispo de San Miguel, su protector, haya intervenido en la decisión como un modo de protegerlo. Lo cierto es que el colegio de San Nicolás llega a reclamarle un dinero. Estando en Colima, durante algunos meses junto chatarra, pedacearía de cobre, palmatorias de velas, cucharas herrumbrosas, jaladoras viejas de cajones… con este material tenía la intención de fundir una campana que se oyera en todo el mundo. Finalmente fue fundida, pero la historia, es como una novela imperfecta, hizo que la campana no lo acompañara a su futuro curato de Dolores y que no fuera esa la campana que habría de llamar a arrebato a los ciudadanos del pueblo aquella noche del 15 de septiembre. Fotografía tomada en el 2010 a la iglesia de San Felipe Villa de San Felipe Torresmochas Meses después de haber renunciado como rector, se le otorga a Hidalgo el traslado al curato de San Felipe Torresmochas, en la intendencia de Guanajuato, llegando el día 24 de enero de 1793 acompañado de su hermano Mariano, de dos medias hermanas, doña Guadalupe, doña Vicenta y de su pariente, don José Santos Villa, profesor de música. Convencido de no volver a sus antiguos puestos y no regresar jamás a Valladolid, compró una casa a una cuadra de la parroquia. Su estancia en este curato es hasta el mes de octubre de 1803. Desde su llegada se apartó de la manera común y corriente de los curas provincianos dedicándose a reavivar la vida de ese pueblo introduciendo mejoras en las industrias de los indios del lugar. Hidalgo se posesiona como hombre cultísimo y progresista; al mismo tiempo que estudia letras y aprende labores del campo. Su espíritu observador va creciendo en conocimiento de la misma manera que su cuerpo se fortalece con la saludable vida del campo. El contacto con los artesanos del pueblo le facilita el aprendizaje de diversas artesanías, conocimiento que tan útil le será después. Casa que compró Hidalgo, le llamaban “La Pequeña Francia” Fotografía tomada en el año de 2010 Su casa es punto de encuentro de músicos, juegos y fandango: crea una orquesta asalariada, cuyos oficiales son sus comensales y los trata como si fueran de su familia: organiza tertulias, días de campo, y también mesas de juego. El Dr. De la Fuente escribe en su libro “Hidalgo Intimo” que una de las familias concurrentes a las tertulias era la de don José Dionisio Quintanar que iba con su esposa doña María de Castañon y con su hija la señorita Josefa Quintanar, a quien Hidalgo encomendaba los principales papeles de heroínas siendo la predilecta por sus dotes histriónicas, con ella Hidalgo tuvo relaciones amorosas y como fruto de ellas, nacieron 2 niñas. Esas niñas eran María Josefa y Micaela. Además agrega el Dr. de la Fuente que un hijo de una de ellas fue casado tres veces y que murió en el pueblo de Dolores en el año de 1910 dejando unos ocho hijos. Lo que más sorprende es la traducción de las comedias de Moliere y tragedias de Racine, por lo que su casa se gana el mote de “Pequeña Francia”.Entre sus lecturas favoritas se contaba el Corán, los escritos de Voltaire, Diderot y Rousseau entre otros. A principios de siglo se comienza a recibir diversas acusaciones ante el Santo Oficio. Acusaciones de corte teológico. Ya que un le encantaban las bromas y a veces se excedía cuando agarraba a un pobre diablo de su puerquito, además que había dicho una serie de barbaridades cortantes de la fe católica que lo obligan a dejar el curato y a su vez terminar la relación que tiene con Josefa en el año de 1801 para dedicarse a asuntos personales y familiares. Cinco son los hijos que reconoció como tales, Agustina, Lino Mariano, Maria Josefa, Micaela y Joaquín y sus mujeres reconocidas fueron: Manuela Ramos, en 1780, Bibiana Lucero, en 1789, y la última Josefa Quintanar cuando llega a San Felipe Torresmochas. Interior de la casa llamada “La Pequeña Francia” Fundación de nuestra señora de los Dolores En el año de 1568-70 el virrey Enríquez de Almanza dictó ordenanza de que en el poblado Otomí de Cocomacán, se erigiera la Congregación de nuestra Señora de los Dolores (hoy Dolores Hidalgo) como sitio de reposo para los viajeros que se dirigían de San Miguel el Grande a San Felipe Torresmochas, y para las expediciones de conquista y de misiones de evangelización que se aventuraban a las remotas regiones del norte y el occidente de la Nueva España. Sin embargo fue hasta 1643 cuando el mariscal Agustín Guerrero Luna y su esposa Teresa Villaseca ejecutaron la orden dada por el virrey, y se comenzó a fincar la congregación. Correspondió al padre José Antonio de Gallaga, cura de la parroquia, establecer el primer ayuntamiento en 1791, independizándose así de San Miguel el Grande (hoy San Miguel Allende) El presidente Cárdenas en 1940 inició la tradición de dar el grito de independencia en esta iglesia. Don Miguel Hidalgo llega a este lugar en octubre de 1803, tras la muerte de su hermano José Joaquín, Doctor y cura de Dolores para ocupar dicha plaza. Llegando a vivir a una casa ubicada cerca del Zócalo en el cruce de las calles (hoy Hidalgo y Morelos) Dicha casa había sido de su hermano José Joaquín, quien a su vez la había comprado a su tío el cura Antonio Gallaga. La casa fue construida para ser destinada a como almacén de la recolección y deposito de los diezmos de las cosechas de los fieles de la parroquia. La vida en Dolores le resulta más atractiva, tiene más población y esta cerca de ciudades importantes y populosas. Acondiciona su casa cavando una noria para establecer una escuela de artes y oficios, abriendo un taller de alfarería en donde los nativos aprendieron a fabricar bellísimos utensilios de cerámica y talavera de bello colorido y decorado, siendo hoy en día famosos en todo el país, inició a los habitantes en el conocimiento de la música (aprovechando que vivía con él su primo el músico José Santos Villa) además promueve el oficio de la curtiduría y talabartería produciendo pieles bien acabadas así como artefactos de cuero de la mejor confección, inicia la cría del gusano de seda; formo colmenares con abejas traídas de la Habana y sembró millares de plantas de vid en todas las huertas del pueblo para fabricar excelentes vinos, de sus talleres de carpintería salieron muebles de excelente calidad. En la actualidad es un museo la casa de Hidalgo, fotografía tomada en el 2006 Casa del diezmo en Dolores, tiempo después casa que habitó el cura Hidalgo .Fue decretada museo en 1863 por el presidente Juárez El curato ha pertenecido a la familia Hidalgo desde mucho antes; antes que su hermano, un tío estuvo al cargo, por lo cual el nombre de la familia Hidalgo no sólo es respetado, sino bien acogido en el pueblo. En su nuevo destino, Hidalgo se dedica nuevamente a organizar la vida social y cultural, logrando alfabetizar a gran parte de la población. Le preocupa seriamente mejorar el nivel de vida de los indígenas e impone nuevas formas de explotación, diferentes a las españolas. En su ejercicio ministerial (en las parroquias de Colima, San Felipe y, finalmente, Dolores) Hidalgo muestra que no es afecto a los trabajos de notaría parroquial ni a celebrar muchas misas; en cambio le gusta predicar adaptando sus saberes teológicos y se toma muy a pecho la confesión de enfermos y moribundos. Es decir, busca convertir la teología en caridad. Lo enseñado por Hidalgo a los indígenas de la región son actividades productivas que contribuyen a elevar la calidad de vida de las familias. Esta labor constructiva la logra aprovechando los recursos naturales de la región, antes inexplorados. Además de administrar las pequeñas haciendas familiares, cultiva viñedos y extiende un plantío de moreras para crear gusanos de seda. En el año de 1845 se conservaba aún en Dolores, en un sitio llamado las “Moreras de Hidalgo “, 84 árboles plantados por sus propias manos para el cultivo del opulento gusano, conservándose también los caños que mandó hacer para el riego de todo el plantío. De esta industria logró obtener las mejores telas de seda de la región, con las cuales se mandó elaborar sotanas y otros hábitos religiosos para su uso particular y otras para su madrastra, a quien consagró siempre una ternura filial. Hipotecas y prestamos A principios de 1804 en España, el rey Carlos IV y su ministro Manuel Godoy se aliaron con Napoleón Bonaparte a fin de atacar Inglaterra. Para financiar la futura guerra, el rey necesitaba obtener fondos, y en octubre de ese mismo año llega a la Nueva España una medida conocida como “Consolidación de los vales reales” por lo que se embargaron los bienes de todos los deudores de la iglesia y de la corona. Durante muchos años el capital dinero que provenía de las capellanías estaba en manos de la iglesia, el cuál era invertido en un alto porcentaje en hipotecas y prestamos refaccionarios, a un interés de 5 o 6 %.El plazo que se fijaba para la deuda era de 5 a 9 años, pero por lo general, al vencerse este, se acordaba uno nuevo. Los deudores seguían siendo los mismos, ahora el acreedor había cambiado. El rey de España era el dueño de todo, los mismos ministros de la iglesia eran deudores de la corona Española; entre estos deudores se encuentra el cura Hidalgo y su familia. Todo lo han perdido, incluida la hacienda adquirida en Tajimaroa, situación que lleva primero a la locura y 5 años después a la muerte del hermano menor de don Miguel, el señor Manuel. El hermano de Hidalgo ya no tiene tiempo para enterarse que el decreto de consolidación de Vales Reales es suspendido y que por lo tanto es posible recuperar los bienes; a pesar de ello, el cura Hidalgo ya no puede recuperar a su hermano. Este hecho siembra un especial rencor hacia la corona Española. En el año de 1794, llega a San Miguel el Grande (hoy San Miguel Allende) con el cargo de alguacil mayor, don Manuel Malo y Hurtado de Mendoza, el cual propuso al cabildo que se formara un regimiento provincial en la ciudad, que sirviera para resguardarla. Hubo mucho entusiasmo por parte de los regidores y los principales ciudadanos, quienes aportaron para tal empresa caballos, forraje y cuartel. Así mismo se junta dinero para armas y vestimenta y se convoca a la juventud de la población para que causara “alta “en el cuerpo a integrarse. Los jóvenes Juan Aldama e Ignacio Allende acuden al llamado. A Ignacio Allende se le concede el grado de teniente. Casa del general Ignacio Allende Ignacio Maria de Allende y Unzaga El teniente don Ignacio Maria de Allende y Unzaga nació en San Miguel el Grande el 21 de enero de 1769. Fueron sus padres don Domingo Narciso de Allende y Ayerdi, español acomodado, y doña Maria Unzaga, que pertenecía a una de las principales familias de aquella villa. Bastante joven aún (1802) contrajo matrimonio con una señorita de San Miguel, doña Luz Agustina de las Fuentes, quien murió tiempo después. Parece que en la época de su casamiento había avanzado en su carrera militar, y cuando comenzó la revolución era ya capitán del regimiento provincial Dragones de la Reina. En un tiempo estuvo bajo las órdenes de Calleja. Era Allende de gentil postura, de fuerzas hercúleas, muy diestro jinete y dado a ejercicios corporales, de gran valor y diestro en el manejo de las armas. Capitán del mismo regimiento de Dragones de la Reina era don Juan Aldama, nativo también de la villa de San Miguel, uniale con Allende una estrecha amistad y le secundaba fielmente en todos sus proyectos y empresas. José Mariano Abasolo El otro capitán del mismo regimiento era don José Mariano Abasolo siendo este el más joven de los 3, y la influencia que ejercía Allende sobre él, le hizo entrar en la conspiración. Era dueño de ricas haciendas, y su caudal se había acrecentado con el de su esposa doña María Manuela Rojas Tabeada, quien se oponía a la amistad que tenía con Allende y a la vez no compartía las ideas revolucionaras. Fotografía en el 2010 a la casa de Mariano Abasolo. Esta a un costado del atrio de la iglesia de Dolores Hidalgo. La conspiración 1809 Por ese entonces el capitán Ignacio Allende, que sigue estando a la cabeza del regimiento de la reina en San Miguel el Grande, comienza a hacer comentarios sobre ideas libertarias; cree que se debe fortalecer las instituciones de la Nueva España, de manera que puedan estar en posibilidades de defenderse contra los Franceses y “afrancesados “; piensa que la solución es crear un gobierno que represente a los nacidos en el virreinato. Allende, que tiene una relación muy cercana con el corregidor de Querétaro y su esposa, doña Josefa Ortiz de Domínguez, acude constantemente a las “reuniones literarias “que se realizan con frecuencia en esta ciudad. En dichas reuniones, como otras encubiertas con el nombre de “ rezos familiares “, se discuten ideas en torno a la necesidad de formar un gobierno de criollos, quienes se sienten excluidos por los peninsulares, aun cuando en ese año se considera que, de cada cien habitantes en las colonias americanas de Nueva España, 98 son nacidos aquí. En Querétaro hay varios puntos de reunión: la casa de don José Maria Sánchez, la del licenciado Parra y la de la madre del boticario Estrada. La reunión de manera común se denomina “Academia Literaria “y a ella asisten normalmente los que viven en Querétaro: doña Josefa – esposa del corregidor-, los capitanes Juan Aldama, Joaquín Arias, Ignacio Allende entre otros. Don Miguel asiste en alguna ocasión, pero se muestra desilusionado al saber de los medios con que cuentan los conjurados y decide no seguir participando hasta tiempo después. El corregidor no obstante de estar enterado de todo, no asiste a dichas reuniones por la prudencia que su cargo le exige. Casa donde vivía la Corregidora Doña Josefa Ortiz de Domínguez Doña Josefa tenía 40 años, michoacana de Valladolid, una dama regordeta, matrona de ojos vivaces y abundante pecho. No sabia escribir, pero si leer. Cuando tenía que mandar una carta recortaba letras impresas y las pegaba en papel de china. Persona muy conservadora. A causa de las intervenciones que tuvo con los conspiradores y habiendo sido señalada por varios de los delatores, incluso por un soplón anónimo que la definía como “agente precipitado”, fue detenida e internada en el Convento de Santa Clara, o en el de Santa Teresa. Años más tarde, en una de las tantas represiones ordenadas por Calleja, fue detenida nuevamente a pesar de estar embarazada, acusada de haber colaborado en la colocación de pasquines antirrealistas en Querétaro. Josefa tenía entonces 45 años y 14 hijos, por cierto que el mayor de ellos, de 20 años, había sido incorporado al ejército realista por su padre para combatir a los insurgentes. Trasladada a la ciudad de México fue recluida en el convento de Santa Maria la Antigua. Poco después fue liberada y condenada casi de inmediato a una nueva reclusión en otro convento, el de Santa Catarina de Siena en el que pasó un año, o cuatro, liberada en junio de 1817 con la obligación de permanecer en la ciudad de México. Años más tarde se negó a recibir recompensas económicas por su participación en la conspiración que dio origen a la independencia. La fecha de su muerte permanece en las sombras, algunos dicen que ocurrió en 1829. Se sabe que sus restos se encuentran en la iglesia de Santa Catalina. San Miguel el grande En San Miguel el Grande, Ignacio Allende y su hermano Juan coinciden que es necesario buscar un lugar para tener sus reuniones con aquellas personas que comparten sus ideas. Deciden sugerirle a don José Domingo usar su casa para reunirse ya que dicha casa tiene una puerta trasera que disimula la entrada y salida de los conjurados. Pronto se empiezan a reunir personas importantes e intelectuales del lugar, tales como; Ignacio Aldama, Mariano Abasolo, Vicente Vázquez, el capitán Juan Aldama, José de los Llanos, Miguel Vallejo, y don José Miguel Yáñez, quien en realidad es el cura Miguel Hidalgo, que por precaución usa ese seudónimo así como algunos sacerdotes, como Francisco Uranga, Fernando de Zamarripa, y don Francisco de Olmedo entre otros. En una reunión en diciembre de 1809, Hidalgo comenta que cuenta con un libro de artillería anunciando que comenzará a fabricar algunas armas “por si acaso “. Ignacio Allende se muestra sorprendido por las decisiones tomadas por el cura y le advierte que no es bueno “adelantar vísperas “, bastaba con ver lo sucedido en Valladolid para manejar todo con calma y prudencia. Hidalgo explica que, con el pretexto de usar las salvas en las fiestas religiosas, ira haciendo su propio arsenal. Todos se dan a la tarea de conseguir los materiales necesarios para la producción de armas y buscar la colaboración de varios talleres. A los campaneros se les encarga el bronce; al carpintero de la iglesia, las piezas de los fusiles y las cureñas de los cañones” al herrero Garrido, que trabaja con Martín Arroyo, se le consigna la producción de lanzas, espadas y bayonetas. Con los coheteros consiguen pólvora y mechas. Lo más complicado es el fundido de los cañones, pero después de varias pruebas logran fundir 2 cañones. Por las mismas fechas que los conspiradores de Querétaro preparan la insurrección armada, se efectúa en el país la elección de los diputados que representaran a la Nueva España en las Cortes de Cádiz. Siendo Monclova la capital no manda ningún representante, es el ayuntamiento de Saltillo quien elige por Coahuila, al Doctor en Cánones y Leyes don Miguel Ramos Arizpe, joven que se distinguía por su inteligencia y cultura a más de su calidad humana. En Querétaro las reuniones cambian de lugar para no levantar sospechas; la Corregidora, en alianza con el alcaide Ignacio Pérez hace labores de reclutamiento de simpatizantes para la causa. No obstante el sigilo con el que se manejan las cosa, a principios del mes de agosto de 1810 todo esta a punto de ser descubierto: dos de los conjurados, Francisco Araujo y Ramón Alejo Rincón dieron muerte, por una dificultad personal, a otras dos personas que también asistían a las reuniones secretas; don Francisco Araujo es aprehendido y se le hace juicio, mientras don Alejo Rincón huye, sin que nadie vuelva a saber más de él. En el proceso que se le sigue al primero, la presión con la que es tratado le lleva a prometer la denuncia de hechos importantes por él conocidos, lo que mueve a los jueces a prometer, a su vez, que no se le tratara con rudeza si la información es de validez. El señor Araujo dice lo que sabe de las juntas Queretanas y delata a todos los involucrados en ellas, los cuales desde esos momentos son espiados y observados en todos sus movimientos. Ignacio Allende y Juan Aldama estaban en Querétaro en esos días y se enteran de lo acontecido. Los conspiradores a pesar del peligro, corren el riesgo y se reúnen en la casa de los hermanos González para tratar asuntos importantes, mientras hacen el acomodo de armas acuerdan la fecha para el inicio de la lucha. Iglesia de San Juan de los Lagos .San Juan de los Lagos Jalisco La fecha que se propone es el 2 de diciembre en San Juan de los Lagos, Jalisco. Como ese día se llevan a cabo las ferias de la Virgen de la Candelaria, resulta ideal pues a ella asisten muchos de los militares con los que tenia amistad Allende, que según dice, coinciden con su pensamiento; además, el fervor popular que esa festividad despertaba y el conglomerado humano que se reuniría, permitiría apresar con mayor facilidad a los españoles que asistieran. Allende considero que nadie resultaba más adecuado para encabezar el movimiento que don Miguel Hidalgo, quien a su carácter sacerdotal unía su sabiduría, sus relaciones con personajes importantes, así como el hecho de residir en un pueblo cercano al lugar donde funcionaba la junta principal. La elección hecha no pudo ser mejor ni más acertada. Sus estudios y la observación directa como párroco e hijo de agricultor, y agricultor él mismo le permitió palpar los graves males del sistema virreinal, así como el abandono y miseria del indígena, la explotación y la tiranía de las otras castas de color, la rapacidad, ignorancia y fanatismo de los dominadores; había tratado de combatir todos estos males, así como el sistema monárquico, cuyos vicios conocía por sus reflexivas lecturas de filósofo. Se descubre la conspiración Un imprevisto hace cambiar radicalmente los planes libertarios: la conspiración de la junta de Querétaro a sido denunciada, la información sobre las juntas secretas se filtra y las autoridades, uniendo cabos, pueden obtener la lista de los implicados .El 10 de septiembre el capitán Joaquín Arias encargado de dar el grito en Querétaro duda del éxito de la empresa, y el miedo a ser descubierto y castigado, combinado con un sentimiento de lealtad hacia el capitán Allende, le lleva a delatarse así mismo como uno de los conspiradores y pide ser puesto en prisión. Al final Arias denuncia a los conspiradores, entre ellos a Miguel Hidalgo y Allende. El corregidor de Querétaro es informado del caso y trata de poner sobre aviso a los señores González, que guardan las armas, y pide a su esposa, doña Josefa, que avise al capitán Allende, quien está por estos días en Querétaro de que la conspiración ha sido descubierta y que se le busca en la ciudad para detenerlo. Todo lo anterior ocurre el 10 de septiembre. El 11 de septiembre la audiencia, responsabilizada interinamente del gobierno de la Nueva España, al entrarse de la conspiración de Querétaro, ordena la detención de los involucrados. Allende sale furtivamente por la mañana hacia San Miguel, donde se ve obligado a participar en la fiesta de Nuestra Señora de Loreto, encabezando la procesión de ese día. Al terminar el acto se dirige a la casa del coronel Narciso de la Canal a rendir el parte del mismo y pide un nuevo permiso para ausentarse de la ciudad, a lo que el superior accede. El día 15 sale de inmediato hacia Dolores dejando al cargo del regimiento a Juan Aldama, quien esta al tanto de lo ocurrido y espera ordenes de Allende para actuar ante cualquier eventualidad. En Querétaro, Joaquín Quintana, administrador de correos enterado de la conjura por su empleado Mariano Galván, quien fungía como secretario de las juntas, comunicó la grave noticia a sus superiores de la ciudad de México y el capitán Arias, jefe del regimiento de Celaya, que estaba en Querétaro, sabiéndose descubierto se denunció así mismo, no ante el corregidor, sino ante el alcalde Juan de Ochoa, partidario de los españoles. A su vez el Tambor Mayor de Guanajuato a quien Hidalgo personalmente había tratado de ganar para su causa, confesó los hechos al Intendente Riaño y como consecuencia de esta epidemia de denuncias no sólo las autoridades de San Miguel y Guanajuato tuvieron oportuno conocimiento de la vasta conspiración, sino algunos oidores y hasta el virrey Venegas, quien recién desembarcó, se encontraba en Jalapa. La confusa situación, el complicado aparato burocrático de la Colonia que se movía pesadamente vino a precipitarla una nueva denuncia: el 13 de septiembre, Rafael Gil de León, juez eclesiástico y cura de Santiago, recibió el aviso de que ese misma noche se iniciaría la conspiración con el degüello de los españoles valiéndose de las armas acumuladas en las casas de un tal Samano y de Epigmenio González e inmediatamente recurrió a su amigo el corregidor. El corregidor cometió entonces una serie de imperdonables errores. En lugar de reunir a los conspiradores y encabezar la revuelta, y de esa manera entrar a la historia por la puerta grande, decidió catear las casas de Samano y González, antes de salir, llamó a su mujer, le comunicó, sus intenciones, y al mismo tiempo desconfiado de su temperamento fogoso, cerró con doble llave la puerta del palacio dejándola incomunicada, con el cual el viejo funcionario demostró que desconocía el carácter de su mujer. Don Miguel Domínguez corregidor de Querétaro La segunda equivocación del corregidor fue peor que la primera. A fin de catear las casas de sus cómplices – un cateo de pura formula de acuerdo con sus intenciones-, no recurrió a una autoridad amiga sino al escribano Juan Fernando Domínguez, partidario acérrimo de los españoles, conocedor de la conjura- había redactado la denuncia del capitán Arias y enviada al virrey Venegas- y sujeto taimado que, para colmo de burlas, se hallaba esa noche fuera de servicio. El escribano levantó las manos, incrédulo. No podía creer en todo lo que le decía el corregidor. Sin embargo, ya que su excelencia insistía en sus propósitos de cateo, debía hacerse acompañar por sus dos yernos, Francisco García y el capitán Juan Nepomuceno Rubio. El corregidor rechazo la oferta alarmado: - no es para tanto. Me basta con mi cochero y mi lacayo. -En ese caso- respondió el astuto escribano- su excelencia deberá pedir auxilio al comandante de brigada. Avisado el comandante por el corregidor, en el acto le proporcionó 20 hombres armados y él con otros 20 más se dirigió a la casa de Samano. El que mandaba ya no era el corregidor, sino el escribano Domínguez. Al anunciar el corregidor su propósito de llamar a la puerta dando tiempo a que sus cómplices escaparan, el escribano se adelanto y ordenó que, previamente, los soldados ocuparan la azotea de la casa de Epigmenio subiendo por una botica contigua. Epigmenio, a las voces y a los golpes sacó la cabeza por una ventana y se negó a cederles el paso, más dándose cuenta que los soldados ocupaban la azotea, se resigno y les abrió la puerta. El corregidor recorrió la casa y daba por terminada la inspección, cuando el escribano Domínguez se le adelantó nuevamente y ordenó se removieran unos tercios de algodón que obstruían la puerta del comedor. En el interior de la habitación- como la sabia muy bien el corregidor, un hombre fabricaba cartuchos y apoyados en los muros se veía gran cantidad de palos “dispuestos para picas de lanzas” Ante aquella evidencia el corregidor, muy a pesar suyo, se vio en la necesidad de aprehender a Epigmenio y a su hermano y dos días más tarde, como era de esperarse, el escribano Arias el traidor y el alcalde Ochoa lo llevaron preso al convento de La cruz. Mientras el licenciado Domínguez salía a desempeñar su triste misión, la corregidora no perdía el tiempo, debajo de sus habitaciones en el entresuelo del palacio, vivía el alcaide de la cárcel Ignacio Pérez, hombre de todas sus confianzas a quien según lo convenido debería alertar, golpeando tres veces con el pie en el techo de su cuarto. Oyó Pérez la señal, salio a la calle y como la puerta estaba cerrada, doña Josefa, a través de la cerradura le pidió que le diera un mensaje a don Ignacio Allende de lo ocurrido en Querétaro esa noche. Ignacio Pérez no confiando en nadie, ensillo un caballo e inició el largo viaje sin saber que llevaba, no la posible libertad de Allende sino la libertad del país. La cerradura, ese fragmento de hierro negro conservado en el museo al que la corregidora pego sus finos labios una noche de zozobra, ignorante que por el ojo de la llave entraría a la historia con Ignacio Pérez, el buen alcaide. Mientras su viejo marido se quedaría en el limbo, debido a que el destino le brindó una oportunidad y él no supo aprovecharla. Al fondo de la fotografía se observa la cerradura Quien fue Epigmenio González Tenía treinta y dos años y solo había sido un engranaje menor en la conspiración. Pequeño comerciante de Querétaro, Epigmenio González era propietario de un taller ubicado en su casa de la calle de San Francisco. Junto a su hermano, que se llamaba (claro está) Emeterio. Fabricaba las astas para las lanzas, y ayudado por unos coheteros ya habían manufacturado unos dos mil cartuchos. Cuando la conspiración fue denunciada, su nombre fue uno de los primeros en salir a la luz y el día 15 de septiembre los alguaciles registraron su taller, encontrando un haz de largos palos y un hombre rellenando de pólvora unos cartuchos; dos escopetas, dos espadas y una lanza. Antes de ser detenido Epigmenio tuvo tiempo de enviar un mensajero a los conspiradores de Guanajuato. Luego llegaron los gendarmes y a jalones y empujones se lo llevaron a la cárcel. Mientras los acontecimientos de todos conocidos se sucedían, los participantes en la conspiración detenidos cayeron en un lamentable rosario de entregas, debilidades, vacilaciones y peticiones de perdón y clemencia, Epigmenio fue uno de los pocos que conservó la dignidad y no denunció a nadie. Detenido en la ciudad de México, mientras esperaba proceso, participó en la conspiración de Ferrer. Nuevamente descubierto fue condenado a cadena perpetua en el régimen de trabajos forzados y enviando al Fuerte de San Diego en Acapulco, donde enfermó. La humedad de los calabozos y los malos tratos hicieron que empeorara su condición. Más tarde fue deportado a Manila, donde siguió en régimen carcelario con una condena de por vida. Desde lejos, siempre desde lejos, asistió como espectador impotente a los alzamientos y los fracasos del largo rosario de combates de la guerra civil. Cuando en 1821 la defección de Iturbide y su alianza con Guerrero, consumaron militarmente la independencia, Epigmenio seguía en prisión. Los españoles no reconocieron la nueva república y mantuvieron en cárcel y reclusión a los presos políticos a los que no admitían en su nueva calidad de mexicanos. Epigmenio fue liberado hasta 1836 cuando se firmo la propuesta de Paz. Había pasado veintisiete años en las prisiones imperiales. La liberación resultó tan terrible como la cárcel. Sin dinero, enfermo, sin poderse pagar el viaje para retornar a México, por fin consiguió de las autoridades locales pasaje para España y allí, tras mucho peregrinar un comerciante se compadeció de sus desventuras y le prestó los dineros. Se podían contar ya veintiocho años fuera de su país. Cuando al fin llegó a Querétaro, de sus viejas amistades, de los conspiradores originales no quedaba nadie, ni siquiera su parentela le había sobrevivido, con la excepción de una anciana tía. Se acercó al nuevo gobierno y le preguntaron: « ¿Y usted quién es? » y Epigmenio González contestó orgulloso: « Yo soy uno de los padres de la patria el primer armero de la revolución». Y le dijeron: “No como va ser, la lista oficial es: Hidalgo, Allende, Aldama, Morelos….Para ser padre de la patria hay que morir de una manera gloriosa y estar en la lista oficial. Usted no esta en la lista. .. . .». Terminó su vida como velador de un museo, olvidado de todos, abandonado hasta de sus recuerdos. Afortunadamente un periodista curioso lo descubrió en 1855 y Epigmenio narró al diario “La Revolución” su apasionante historia. Los hermanos Aldama La noche de 15 de septiembre |
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